martes, 10 de mayo de 2016

El lobo con piel de oveja

En esta segunda entrada les abro mi corazón y la puerta a un momento muy importante de mi vida, esto con el final de darles un gran consejo.

Desde el domingo estoy aplazando esto, pero hasta hoy tomé el valor de escribir y aún mientras lo hago soy un manojo de nervios, pero aquí voy.

Fui la primer nieta de mis abuelitos maternos, es por eso que en mí, mi abuelito dejó ver toda la ternura que llevaba en su interior (que por cierto la tenía bastante escondida). Yo era su niña consentida, era su "Juli Julietas, la niña más llorona y pelietas", él hacía lo que fuera por mi y mi amor por el era infinito; es por esto que su partida me rompió el alma, hace poco había cumplido los doce años y se había ido ese hombre que tantas cosas me había enseñado, pero nunca pudo prepararme para lo que estaba por venir.

Como es de esperarse, en esas situaciones siempre hay personas que quieren darte fuerzas y ser tu hombro para llorar. Fue justo ahí donde hizo su gran entrada el lobo con piel de oveja, ese que siempre estuvo disfrazado y esperando el momento indicado para atacar. Su cercanía se lo permitía, sólo debía ser paciente y esperar la oportunidad.

Yo acababa de entrar a cursar séptimo grado y como el colegio quedaba cerca del almacén de mi abuelita, pues todos los días iba a almorzar allá, mi mamá trabajaba y me dejaba bajo su cuidado.

Un día mi abuelita tuvo que irse, no recuerdo a qué. Así que llegó la gran oportunidad para ese lobo:

- ¿Ya te desarrollaste?
- Sí señor
- Déjame ver tus senos, puede que estén creciendo mal, me parece que tienes uno más grande que el otro y eso no es bueno.

Creyéndole cada palabra, me levanté el busito y el quitó el acostumbrador. Sí los tocó muchas veces y luego preguntó:

- ¿Te has metido alguna vez los dedos ahí? (señalándome la entrepierna)
- No señor, nunca ¿para qué lo haría?
- Mmm, no te creo, me estás mintiendo. Yo sé de estas cosas así que déjame ver si es cierto.
- Es que es verdad, yo no haría eso.
- Tranquila, déjame ver, sabes que te amo y no haría nada malo para lastimarte.

Tenía la falda del colegio, así que él se encargó de bajarme el bicicletero y la ropa interior de niña. Sí porque tener 12 años hace 20 años, no es lo mismo que tener 12 años ahora.

Me recosté en la cama y me tapé los ojos, después de todo a excepción de mi mamá y uno que otro pediatra, nadie me había visto así. Lo hizo, llegó allí con sus manos y yo no entendí su reacción sino hasta algunos años después, cuando entendí que estaba excitado

- ¿Alguna vez has visto un pene?
-  No señor, nunca.
- Te voy a mostrar el mío, ¿te gustaría que lo pusiera donde puse el dedo? Mira que se siente bien y si te duele tranquila, yo te voy a cuidar, recuerda que te amo y no quiero que nada malo te pase.

Pero en ese momento alguien llegó a comprar algo y yo me llené de miedo, así que mientras él atendía, yo me vestí muy rápido.

Al ver mi cara de miedo, sólo dijo:

- Tranquila, si no quieres está bien, pero no le vayas a decir a tu mamá, si le cuentas no lo va a entender y va a armar la tercera guerra mundial.

Los años pasaron y cuando vio que yo ahora entendía lo que había hecho, se volvió maltratador verbal, aprovechaba la ausencia de mi mamá o mi abuelita para insultarme, para decirme que era estúpida, que era fea, que si decía algo nunca nadie me iba a creer. Así que me encerré en mi misma, me volví rebelde, grosera, empecé a perder años y por nada del mundo quería que se acercara a mi hermanita.

Tenía 16 años cuando decidí confesárselo al psicólogo del colegio, su consejo fue que hablara con mi mamá pues ella tenía derecho a saber, sobre todo porque debía proteger a mi hermana, pues era posible que quisiera intentarlo con ella también.

Llegó el día de decírselo y aunque no fue fácil, lo hice y contrario a todo lo que él me había dicho, ella creyó cada palabra, no alcanzan a dimensionar su dolor, su frustración, sus malos pensamientos, su deseo de venganza, su rencor.

Hoy, 20 años después ¿qué les puedo decir? Que me tomó muchos años perdonarlo, perdonar a mi abuelita que tan pronto supo se puso de su lado y no me creyó. Tuve que entender que no era culpable de nada, que yo sólo era una niña inocente. No, nunca lo denuncié, no quise ser objeto de preguntas, no quería pasar por el "esas son mentiras suyas para llamar la atención", pero la vida no se queda con nada y de a poco se ha encargado de cobrarle cada lágrima, cada humillación.

Finalmente, mi consejo es que cuiden a los niños de su familia, no los pierdan de vista, préstenle atención a sus cambios drásticos, no le dejen todo a "es que es una etapa de la vida y así se ponen a esa edad", no confíen en nadie y sobre todo dejen de pensar que sólo los extraños pueden hacerles daño.

Muchas gracias por leerme, me siento diferente después de escribir esto. Un abrazo para todos.




4 comentarios:

  1. Una historia corta pero llena de sensaciones al imaginar cada escena. Interesante el aporte.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu consejo! Ojalá nunca hubieras pasado por eso. Creo que vas muy bien con tu blog!

    ResponderEliminar
  3. Gracias por tu consejo! Ojalá nunca hubieras pasado por eso. Creo que vas muy bien con tu blog!

    ResponderEliminar
  4. Eres muy valiente al contar tu historia. Como dices la vida se encarga de cobrar todo. Muy buen blog.

    ResponderEliminar